Hay que ser consciente de que las personas adultas nunca parten cero, todas ellas llevan un bagaje cultural y de conocimientos de los que se ha de partir para incorporar los nuevos aprendizajes.
En este sentido, es básico crear un clima de relaciones personales y de comunicación mutua donde los nuevos vecinos puedan aportar su punto de mira, de manera que posibilite la apertura emocional hacia los conocimientos y las propuestas que ofrecemos, en un intercambio común de enriquecimiento y aprendizaje.
El educador/a debe ser muy sensible a las situaciones personales (a veces críticas) que se den en el grupo y avanzar en la programación recogiendo las propuestas concretas que puedan aparecer (ej. «Cómo funciona la participación en el AMPA de la escuela «, …)
Por todo esto, para el aprendizaje de la lengua es imprescindible disponer de un método estructurado que facilite la secuenciación de los contenidos y dé unidad al curso. La adaptación del método al nivel y ritmo del grupo concreto es el trabajo del educador.