Volador 18º Festival de Sopes del Món

Texto escrito por el Kasal de Joves Roquetes

¡No quiero sopa!

– ¿Qué hay para cenar?

– Sopa.

Ecs…, qué asco, ¡a mí no me gusta la sopa!

– Tienes que comer sopa sí o sí; si no, ¡te constiparas!

– Pero me encuentro bien…, ¡quiero un bocadillo!

– Niña, come sopa y calla.

– ¿Por qué? Es injusto.

– ¡Porque lo digo yo! Y punto.

– Pues no me da la gana.

– Pues mañana no sales.

La sopa, como la mayoría de cosas de la vida, cuando es a la fuerza, no entra de ninguna de las maneras. No sería extraño que así, de entrada, ni una sola joven de Roquetes conteste que quiere sopa para cenar. En cambio, los chicos y las chicas del taller de cocina del Kasal de Joves de Roquetes nos preguntan desde hace meses cuando es el día de las sopas. La sopa, cuando es elegida, es un plato que gusta a muchas personas. Una receta que ofrece tantas oportunidades como diversidad de lenguas que la quieren probar.

La sopa, como la mayoría de cosas de la vida, cuando es deseada es cuando más se disfruta. Los y las jóvenes necesitan que les preguntemos qué quieren para cenar, qué les gusta y cómo les gusta. Pero ¿quién no lo necesita? ¿A quién le gusta que la coaccionen? ¿Quién no se defiende cuando se siente atacada? La juventud cuestiona las estructuras y las normas porque las padece, cuestiona lo impuesto y lo que «debería ser» o «lo que se espera que sea» porque sabe que duele y limita las experiencias de vida. Los y las jóvenes necesitan espacios de libertad, donde probar qué y quienes quieren ser y cómo se quieren relacionar. Lo necesitan como lo podemos necesitar todas en cualquier otra etapa de la vida, sólo que la juventud es el espejo de la sociedad multiplicado por diez. Los grupos humanos necesitamos espacios sin juicio, pero donde sentirnos protegidos y cuidados para ir improvisando. Por eso, la juventud busca ayuda para elaborar la receta, pero, muy a menudo, se encuentra en un cruce, un espacio incierto entre la etapa infantil y la adulta, entre la infantilización y el exceso de responsabilidades.

Así que, si no queremos que las jóvenes busquen la receta de la sopa en su smartphone, debemos tener tiempo. Tiempo para escuchar, para explicar la receta tradicional y añadir un nuevo ingrediente o un poco más de sal si es importante. Tiempo para compartir, para entendernos y mirarnos las unas a las otras. No hay sólo una manera de ser joven, hay tantas como sopas en el mundo; así que aprendamos a reconocerlas todas.

Y a ti, ¿cómo te gusta la sopa?

23Oct